Como te podrás imaginar, la militarización de Nix nos convirtió a todos en guerreros, hermano mío. Feroces, valientes, temerarios pero ordenados guerreros. La República lanza grupos de exploradores y legionarios de avanzadilla hacia todos los puntos cardinales. Muchos vuelven, pero algunos no. Por suerte, en estos últimos meses fui parte de muchas de estas partidas, y si algo conseguimos fue riqueza. No te extrañarías al ver la cantidad de minerales que los imperiales les colocan a sus equipos. ¡Como si eso los fuera a salvar de mi espada!
Soñé contigo ayer, y la semana anterior. Estábamos sentados al calor de una fogata, mientras me dabas un odre con un delicioso vino. El sitio era nevado, y me recordó a los tiempos en los que cazábamos osos polares. Lo tomé como una señal, Urd. Tiene que serla. No he estado en Tiama hace mucho tiempo, cinco años quizás.
Se que no hubieras querido que ponga en riesgo mi vida por una ilusión, pero no podría caber en mi mente que los dioses me hayan abandonado. Que nos hayan abandonado. No ahora, hermano. Decidí gastar gran parte de mi riqueza en barcos, y en hombres. Fieles hombres de Nix, Urd. Y la gran noticia que me duele dar de esta manera es que el elfo Fragi retornó de Rinkel. ¡Sí, después de tanto tiempo! Su padre nos quería mucho... Te imaginarás que apenas le conté mi propósito no dudó ni un instante en ofrecerse. Y no podría decirle que no, no sólo por mi alegría de tenerlo de nuevo aquí, sino por su increíble habilidad con la hechicería.
Se que estuve poco tiempo en Nix luego de los largos años buscándote, pero me sentí demasiado ocioso. Y ese sueño... Seguiré mandando estas cartas a tu antigua residencia en Arghal. Quizá algún día, si sigues en nuestro plano, vuelvas por allí y descubras que aún debes soportar a tu pequeño hermanito.
Mañana partiré al norte... Te extraño, Urd.